Vaivenes de la actividad cinematográfica en Argentina
(parte I)
El cine argentino es una marca reconocida en todo el mundo. Es, además, uno de los más prolíficos de la región: en 2016 se estrenaron 173 films nacionales, 108 en 2017, 111 en 2018 , la mayoría con apoyo financiero del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA),
No es novedad que desde hace un tiempo la situación de la actividad cinematográfica atraviesa variados y complejos problemas.
Hace unos días los trabajadores del INCAA, el organismo que regula y fomenta la producción cinematográfica nacional, alertan sobre los objetivos ocultos tras la reestructuración del Instituto, cuya autonomía ha sido decisiva para que elabore una actividad que ha fomentado y desarrollado el cine en nuestro país.
Un comunicado emitido por las autoridades en el que se informa un nuevo organigrama en el establecimiento. Esta nueva estructura consta de 2 gerencias menos, pero incorpora 11 subgerencias, cargo no contemplado en el estatuto del organismo, y 30 áreas con rango de coordinación que tampoco existían.
En otras oportunidades hemos comentado que las actuales políticas del Instituto parecen apuntar más hacia un vaciamiento cultural pensando en la enorme caja que representa las recaudaciones genuinas por venta de entradas.
Sino no se fomenta la actividad, el INCAA ya advirtió que por “razones presupuestarias” realiza un fuerte recorte durante 2018, esta caja se puede utilizar para otros fines.
Para peor hoy desde la REDAU en nuestros viajes y contactos con otros países de Latinoamérica observamos como por ejemplo Paraguay y sobre todo Colombia, crecen fuertemente en estos últimos años, justamente aplicando estrategias que el INCAA desarrolló durante años en nuestro país y que hoy no se tienen en consideración.
Consideramos importante evidenciar las realidades que hoy afectan a la industria cinematográfica.
Para comenzar algunos datos.
El sector cinematográfico argentino es, todavía a pesar del achicamiento actual, uno de los más desarrollados dentro de América Latina, a pesar de la poca cantidad de salas de exhibición que hay hoy en todo el país (alrededor de 1000 salas).
Uno de los problemas que se detecta desde hace unos años, es que las salas tendieron a concentrarse geográficamente en ciertos barrios de las ciudades más grandes, dejando de lado a las ciudades medianas y pequeñas.
El actor principal son las distribuidoras de cine en sí mismas; son las encargadas de distribuir películas de la forma más rentable posible para que puedan ser exhibidas al público, generalmente primero en las salas de cine, diversas señales de TV, y finalmente a través de internet.
El distribuidor es un intermediario entre la empresa productora y el exhibidor.
Es cierto, si las películas no llegan al público, no existen, así los distribuidores extraen su poder de esta circunstancia.
Los exhibidores en manos de capitales extranjeros convocan a 60 de cada 100 espectadores y acaparan dos tercios de los ingresos totales del cine.
Es así que el 90,31% de las recaudaciones del Gran Buenos Aires equivalieron a ingresos obtenidos por los cuatro circuitos de procedencia foránea (Hoyts, Cinemark, Showcase, Village).
Existen 14 Distribuidoras Cinematográficas que proveen películas a los cines argentinos. Tres de ellas –multinacionales de origen estadounidense, Warner Fox, Disney y UIP reúnen alrededor del 90 por ciento de las entradas que se venden por año.
El accionar mafioso de las distribuidoras impone tres reglas que deben cumplirse rajatabla: las condiciones previas, las condiciones de continuidad no pactada y la venta atada.
Esto afecta el estreno de films argentinos en nuestra sala a pesar de existir una legislación sobre cuota pantalla que el INCAA debe fiscalizar y controlar y no lo hace, tema al que nos referiremos en próximas entregas.
Merced a este claro abuso de la posición dominante por parte de Disney, Warner Fox y UIP; a la organización a su conveniencia de la grilla de estrenos; así como también a la disponibilidad de datos y estadísticas de todas las distribuidoras y cines del país (información sensible para la competencia); acuerdan y uniforman políticas comerciales que constituyen cartelización.
El negocio de la exhibición cinematográfica implica que el 10 por ciento de la recaudación es para el INCAA y, según la película, el 55 o 50 por ciento es para la distribuidora, lo que evidencia la poca rentabilidad cuando se trata de públicos pequeños, dada la incidencia de los costos de funcionamiento en la exigua proporción de dinero que corresponde a la sala.
Desde hace casi tres décadas, las estadísticas muestran que los latinoamericanos concurren al cine menos de una vez al año.
Si en América Latina existiera una circulación cinematográfica regional realmente eficiente, los argentinos, que, en promedio, concurre una vez al cine al año, podrían tener en teoría, más de 300 filmes regionales anuales entre los cuales escoger.
Sin embargo, ello no ocurre: anualmente se estrenan entre 3 y 10 filmes latinoamericanos no nacionales, cifra similar a la que se da los otros países de la región, cuyo público representa, en promedio, el 0,2% del total de los espectadores de cine, similar situación se da en todo nuestro continente.
Para terminar esta primer entrega, la relación entre cantidad de público y consumo de cine nacional, comienza a modificarse hacia mediados de los años cincuenta conjuntamente con la presencia hegemónica del cine norteamericano a nivel mundial, proceso que en la Argentina coincide con crisis de la industria cinematográfica argentina y paulatina trasnacionalización de la economía.